Camilo José Cela – Aquí el libro
Editorial: Ediciones Orbis Año: 1982
Un día del mes de junio de 1946, Cela se echó el morral a la espalda y la cantimplora sujeta a la hebilla del cinturón y se desplazó a Guadalajara en tren. Comenzaba así su deambular por la Alcarria. El viajero recorre carreteras y pueblos a pie, sobre todo, aunque también en coche, carro o autobús. Duerme en posadas, paradores e incluso a la vera del camino. En total, nueve días. Es el suyo un caminar lento, con mañanas de atmósfera limpia, mediodías calurosos y noches que se le echan encima, como con susto. De pueblo en pueblo el viajero va viviendo curiosos encuentros, minúsculas anécdotas y sorprendentes conversaciones que, impertérrito, transcribe con una suave prosa que aúna realismo, comicidad y ternura. Pero el viaje termina. El viajero dejó atrás la Alcarria con sus notas a cuestas y un algo de pena. A cambio, nos queda un libro que demuestra una de las más arraigadas afirmaciones de Cela: «El escritor, aun el que más sedentario pudiera parecer, es siempre un irredento vagabundo y ése es su mayor timbre de gloria y libertad».
“Poco más adelante, el viajero se sienta a comer en una vaguada, al pie de un olivar. Bebe después un trago de vino, desdobla su manta y se tumba a dormir la siesta, bajo un árbol. Por la carretera pasa, de vez en cuando, alguna bicicleta o algún coche oficial. A lo lejos, sentado a la sombra de un olivo, un pastor canta”
“Las gentes de Brihuega hablan de antes y después de la aviación como los cristianos hablan de antes y después del diluvio.
-Ahora no es ni sombra de lo que fue.
El viajero está pensativo, elegíaco. El viajero mira para los guijos del suelo y deja caer las palabras con pausa, como distraídamente.
-Y de guapas chicas, según veo.
-¡Bah! No haga caso; no valen un real. ¡Si hubiera usted conocido a las madres!
El viejo, que tiene la cabeza temblona, da un suspiro y cambia la conversación.
-Aquí fue donde empezaron a correr los italianos, ¿no sabe usted?…”
“Un galgo negro ronda al viajero mientras el viajero come sus sopas de ajo y su tortilla de escabeche; es un perro respetuoso, un perro ponderado con dignidad, que come cuando le dan y, cuando no le dan, disimula”