Jesús Fernández Santos – Aquí el libro
Editorial: Biblioteca Básica Salvat. Salvat Editores. Año: 1982
En esta novela, Jesús Fernández Santos cuenta la dura posguerra, tras la Guerra Civil de 1936. La narración transcurre en un pueblo de la montaña leonesa, en la frontera con Asturias, de donde era oriundo el padre el autor, un pueblo de doce vecinos, unas sesenta personas. El protagonista es un grupo de habitantes de la aldea, mujeres y hombres que luchan por llevar adelante sus vidas en unas condiciones extremas, además de estar sometidos por el cacique de la localidad. Las vivencias de los protagonistas se entrecruzan con la llegada de un médico, cuyas andanzas e impresiones sirven de hilo conductor a la historia. Micro historias, ninguna más importante que la otra: la pesca ilegal, el contrabando, los viajantes estafadores…se mezclan con las descripciones del vuelo de los pájaros o el devenir de las ovejas. En definitiva, “un pequeño pueblo, sin iglesia, sin cura y sin riqueza”
Los bravos está considerada una de las mejores novelas españolas de su tiempo. Precursora del realismo social, recoge en sus páginas la existencia miserable, anodina y, pese a todo, digna de un pueblo en el periodo más crítico de la posguerra española.
“-Amparo, hija, ¿se ven venir la ovejas? –pero no hubo contestación, y la vieja siguió en un lamento, -¡Quiera Dios que no haya pasado nada!”
“-Tú mejor harías no hablando tanto por ahí fuera. ¿O crees que no sé lo que dijiste de mí en casa de Alfredo? En este dichoso pueblo se saben las cosas antes que salgan de la boca”
“-Todas las noches ladran…
-pero es distinto. Es como en invierno, cuando huelen al lobo, no hay más que oírles para saber que andan cerca.
Una hora más tarde la luna, empequeñecida, se encontraba a medio camino en el cielo. Los perros habían enmudecido; solo el río seguía fluyendo, y el viento, cuya fuerza crecía por instantes, doblaba los álamos sobre su propia sombra”
“Entre dos luces salió Antonio a buscar a su novia. Era un mal camino hasta su pueblo y quería estar de vuelta antes de que el sol apretara. Llevó aparejada su mula y un burro que Antón le prestó. (…) Del corral subía un acre aroma a cebolla, ajos y pimentón; dos ovejas colgaban de uno de los travesaños, y los perros, debajo, iban lamiendo, gota a gota, la sangre que escurría en el suelo”