Mariví Gallent y su marido cambiaron Valencia por Lechago, una aldea de Teruel de apenas 30 habitantes, movidos por el mismo anhelo que tienen muchos urbanitas: alejarse del ritmo trepidante de la ciudad para entregarse al tempo pausado del campo. “Decidimos que era el momento de buscar otra forma de vida, de encontrarnos otra vez y de dejar de correr por todo”.